Por Silvia Gabriela Vázquez
Su abuelo fue matarife, igual que su padre.
Él mismo ha trabajado, durante
quince años, descuartizando reses en su antigua carnicería heredada. Sin
embargo, un viernes -el 1° de mayo- decide, repentinamente, dedicarse a otra
cosa.
Vende los cuchillos afilados y se quita los guantes blancos
-siempre rojos- con la certeza de no necesitarlos nunca más.
El sábado 2 encuentra a Lucy besándose con uno de sus socios en su propia casa.
Se sorprende, aunque no demasiado. No es la primera vez que un cliente le
insinúa que su mujer, cada tanto, en su ausencia… usted me entiende.
No está preso, ni tiene los dedos manchados con sangre. No ha recurrido a
esas violentas amenazas que suelen amasarse con dolor y con furia, ni al rencor
de las culpas que se arrojan al aire, rumiadas a destiempo.
No hay
víctimas que lamentar. Su único destrozo es un poema, que habiendo sido
escrito para ella, yace, desde el domingo, en el cesto de basura.
Con el corazón recuperado, el lunes abre una librería inmensa aquí no más, sobre la
avenida.
A partir del martes vende libros sabrosos que no se consiguen en ninguna otra
parte. Desmenuza versos el miércoles y los ofrece -sobre el mostrador- a
muy buen precio. Nunca faltan escritores novatos que los compran por kilo y los
conservan, presos de un temor inédito a despertarse sin ideas.
El jueves
tritura las palabras tiernas que le han ido sobrando los días anteriores.
Con vocación de orfebre cincela sílabas, convierte en verbo algún que otro
adjetivo, inventa adverbios, los rebana y comparte.
Cuando llega el
viernes 8, sale a la vereda, a repartir letras sueltas y vírgenes, como quien
desperdiga papel picado en una fiesta.
_ ¿Qué se festeja hoy? Quien pregunta es mi curiosidad impertinente, acostumbrada a
interrumpir la magia, las lecturas ajenas y el misterio.
El flamante librero -ahora dispuesto a subrayar los párrafos jugosos de un cruel
cuento de Poe- señala el calendario con su filoso lápiz púrpura y revela:
_“Celebro la posibilidad de comenzar de nuevo y el abandono, a tiempo, de mi anterior
oficio”.
Este relato se publicó en el primer número de la Revista OrientAcción.
Puede ser considerado como una buena herramienta para reflexionar (y trabajar) sobre las elecciones personales de los individuos.
La Licenciada Silvia Gabriela Vázquez fue finalista en convocatorias literarias de Argentina, España, México, Perú, Chile, Colombia y Austria.
Este relato fue premiado en el Certamen “Guka” de "la Biblioteca Nacional" la Biblioteca Nacional
(Argentina, 2014)
También integra la Red Latinoamericana de Orientadores Profesionales.